Yo no soy Madame Bovary: Divorcio a la china


Por Elena Hernández

Tras el final de la Revolución Cultural y la implementación de la política de Puertas Abiertas por parte de Deng Xiaoping en la década de los 80, la industria cinematográfica de China ha crecido exponencialmente y hoy en día ocupa el segundo lugar en producción a nivel internación.

Este acelerado desarrollo es una consecuencia de la reapertura de la Academia de Cine de Beijing, la llegada de nuevas generaciones de directores a los estudios estatales y una serie de políticas implementadas por el Estado chino. 

Además, las películas de Chen Kaige, Zhang Yimou, Tian Zhuangzhuang, Zhang Yuan, Lou Ye y Jia Zhangke, que se enfrentan a la censura política en su país han ganado distinguidos premios en los festivales de cine más importantes, lo que ha generado un mayor interés por la producción china. 

Los fuertes controles estatales sobre el contenido de los filmes exhibidos en China han estimulado el florecimiento de un cine más enfocado al entretenimiento, en el que brillan los nombres de Guo Fan, Guan Hu y Wu Jing, quienes se inclinan por satisfacer la demanda del mercado interno con películas muy redituables y se olvidan de cumplir con los requisitos para participar en los certámenes extranjeros. Pero también existen cineastas chinos que han conseguido crear obras atractivas tanto para el público local como  para el internacional, el mejor ejemplo es Feng Xiaogang, quien cuenta con una impresionante filmografía, en la que abundan títulos como Aftershock (2010), Cellphone (2003), El banquete (2006) y Yo no soy Madame Bovary (2016), películas de entretenimiento, caracterizadas por una profunda ambivalencia ideológica, ya que emplean la comedia, el romance o la acción para subvertir la ideología dominante pero al mismo tiempo apoyan el statu quo. 


Yo no soy Madame Bovary (我不是潘金莲) es una adaptación de la novela, Yo no soy una mujerzuela, de Liu Zhenyun, quien se inspiró en la historia de Pan Jinlian, el personaje femenino de una novela del siglo XVII, La ciruela en la vasija de oro, quien está casada con Wu Zhi, un vendedor de panes no muy agraciado, pero tiene una relación extramarital con Ximen Qing. Al ser descubiertos lo amantes, deciden envenenar a Wu y sobornar al médico para ocultar la causa de muerte. Wu Song, el hermano de la víctima, descubre la verdad y asesina a la pareja. Desde entonces, a las mujeres adulteras se les llama Pan Jinlian y se ha convertido en un personaje recurrente de la literatura y el cine.


 La película de Feng inicia con esta historia para, posteriormente, relatar la frustrante lucha de Li Xuelian, quien, junto a su esposo, planea un falso divorcio para conseguir una mejor vivienda, pero quien fuera su conyugue se casa con otra mujer. Li trata de anular el falso divorcio por lo que recurre a las autoridades de la región, pero su exesposo la acusa de haber sostenido relaciones con otros hombres, lo que la impulsa a emprender una desgastante lucha legal de diez para reparar su reputación.


Tanto en la novela como en la película se explora el absurdo de las autoridades chinas, quienes evaden la responsabilidad al delegar los casos a sus superiores, demostrando que lo más importante para los funcionarios es cubrirse las espaldas y no dar una solución clara y justa a la querella de Li Xuelian con su esposo. Además, Feng Xiaogang y el director de fotografía, Luo Pan enfatizan esto con el uso del formato circular en el espacio rural, el cuadrado para Beijing y el panorámico en los últimos minutos. Al mostrarnos la vida de Li a través del círculo, aumenta la distancia entre el espectador y los personajes para enfatizar el absurdo de la historia. Además, la ambigüedad de esta figura remarca que la política y la justicia en el espacio rural es determinado por las relaciones personales. Por otra parte, el cuadrado usado para retratar las andanzas de Li en la ciudad de Beijing, recuerda que es un espacio donde existe un mayor poder y la aplicación de las leyes es más rigurosa. Al final se aplica el formato panorámico en el que se muestra a la protagonista en un restaurante de fideos y se revela la verdad tras el divorcio falso. 

Yo no soy Madame Bovary es una película llena de contrastes estéticos e ideológicos, ya que Li Xuelian emprende una lucha, no sólo contra su esposo, quien la ha engañado y difamado, sino también contra un sistema judicial, cuyos miembros evaden su responsabilidad y se interesan más por proteger sus cargos. Finalmente, Li reconoce que su intento por obtener justicia a fracasado, lo que refuerza el statu quo de la burocracia china.



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