En la secuencia inicial de Babylon un hombre es contratado para mover un elefante en una camioneta. El dueño de la camioneta le dice que es imposible transportar a ese animal en el vehículo, el otro hombre, Manuel (Diego Calva), un inmigrante mexicano, lo persuade invitándolo a una fiesta. Luego Manuel es cuestionado por un policía por lo del elefante, y vuelve a recurrir al soborno, también lo invita a la fiesta con estrellas de Hollywood, y el policía responde, “Suena como la mejor fiesta en la ciudad”. En la escena siguiente una mujer orina sobre un hombre gordo desnudo-Probablemente una referencia a Fatty Arbuckle-, luego ella tiene un ‘accidente’; la verbena está llena de personas ebrias, bailando al ritmo del naciente jazz, mucho hedonismo, baile, drogas. Al final de la fiesta Manuel tiene que llevar a su casa al actor Jack Conrrad (Brad Pitt). Jack le pregunta a Manuel si alguna vez ha estado en un set de cine, Many responde que no, y Jack le dice “Ya verás, es el lugar más mágico del mundo”.
En esta cuarta película de Demian Chazelle regresa al discurso propuesto en Whiplash y La La Land: El deseo de triunfar en el mundo del arte y trascender. En estas dos películas la música tiene un papel importante, y aunque en Babylon el personaje de Sidney (Jovan Adepo), un trompetista afroamericano, los verdaderos protagonistas son Nellie (Margot Robbie) y Jack, es decir, estrellas del Viejo Hollywood, del cine silente que están sufriendo la transición al sonoro a finales de los 20s.
Las historias metacinematográficas suelen tener una gran aprobación. Recrear la supuesta época dorada del cine, los albores de la imagen en movimiento, del inicio del star system, es casi una formula desde hace tiempo. En Babylon Chazelle se toma licencias, inventa a sus estrellas, y por medio de ellos cuenta lo duro, frívolo y desgastante que es la industria del cine, y como en sus primeros años se convirtió en una Babilonia, repleta de pulsiones incontrolables y excesos que rayan en lo absurdo.
Pero aunque el retrato roza en la sátira, también se demuestra el amor hacia el séptimo arte. ‘Ser parte de algo más grande’ es algo que Manuel desea al entrar en la producción. Esto se afirma cuando Jack mantiene una conversación con una periodista: El actor está deprimido porque su trabajo no cree ser el mejor, pero la periodista le hace entender que su trabajo es importante, ya que estará registrado para la posteridad, y tal vez en 50 años alguien verá su película y querrá hacer incursionar en ese mundo.
En la secuencia final Manuel regresa a Hollywood. Entra a una sala de cine y ve Cantando bajo la lluvia, llora, recordando que se siente ser parte del algo ‘importante y que signifique”. Como epilogo, el director se da más libertad todavía, y nos muestra un montaje con fragmentos de la historia del cine, desde el caballo de Muybridge, pasando Buñuel, El mago de Oz, Tron, Bergman, hasta Terminator y Avatar.
Al no ser una biopic ni intentar ser completamente preciso, le permite caricaturizar en ocasiones a sus personajes y las situaciones. El desenlace rueda un poco en la tragedia, y en la decepción, es agridulce. El rechazo hacia ella proviene de la creencia de falta de seriedad, y de exponer a un Hollywood que casi no ha cambiado en 100 años, probable motivo por el cual solo obtuvo 3 nominaciones al Oscar (Vestuario, banda sonora y diseño de producción), y fue ignorada en las categorías más relevantes.
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